Historia de la banca en México, 1821-1915

En este apartado buscamos ofrecer una guía interactiva, asequible a todo público, para conocer y profundizar en la historia bancaria de México en el siglo XIX. Con este propósito, conforme nuestro visitante se adentra en una breve explicación general sobre la reorganización financiera del país tras la Independencia, se le invita también a consultar bibliografía especializada sobre los temas tratados, conocer los billetes del periodo, acceder a documentos clásicos digitalizados, conocer los archivos en los que se albergan fuentes útiles y descargar algunas de las estadísticas históricas que los especialistas han reconstruido y que nosotros hemos compilado.

Los retos financieros de la Independencia.

Una vez suprimido el orden colonial y la estabilidad financiera a él asociado —su captación fiscal eficiente, circuitos de crédito funcionales y moneda fuerte—, las nuevas autoridades afrontaban, en torno a las finanzas del país, al menos tres tareas claves, estrechamente interrelacionadas: reorganizar la hacienda pública, promover condiciones favorables para el crédito y recuperar la confianza del público en el dinero (tanto metálico como fiduciario).

Los primeros experimentos bancarios en México intentaron dar respuesta a esta problemática trina, indisolublemente amalgamada; explicar aquí abstractamente los términos de esta compleja unidad sería ocioso, el recorrido histórico los expondrá. Rogamos paciencia si en un primer momento (antes de la aparición de los bancos) pareciera que dedicamos demasiada atención a temas hacendarios y de deuda.

Del Primer Imperio a la Intervención Francesa (1821-1867)

El movimiento de independencia granjeó muchas simpatías al esgrimir consignas anti-fiscales y denunciando las onerosas exacciones de los realistas. Al configurarse el nuevo gobierno se había vuelto ineludible la reducción de impuestos. Pero la reducción de impuestos trajo aparejada la virtual quiebra del nuevo Estado. Iturbide, emperador de México, pretendió sortear esta debilidad fiscal mediante la emisión de papel moneda; así, en 1822 se decreta la creación de los primeros billetes nacionales (válidos durante 1823).

La proclamación de la república en 1824 no modificó la endeble situación fiscal del Estado. Para hacer frente a su déficit, el gobierno contrató empréstitos extranjeros (principalmente con los ingleses). Pero la crisis europea de 1825-26 conllevó a que se promoviera el endeudamiento interno; aparecen en escena los llamados agiotistas, acreedores del gobierno que cobraban elevadísimas tasas de interés y que especulaban con el desprestigio de los bonos públicos (instrumentos de dinero fiduciario).

Para 1829 las arcas del erario estaban en su punto más bajo. En un intento por contrapesar tan penosa situación, el gobierno de G. Victoria comenzó a acuñar monedas (y ya no desacreditado dinero fiduciario). Pero, como alternativa a la plata (producto irrenunciable de exportación), estas monedas se acuñarían en el poco fiable cobre.

Entre 1830 y 1832, durante la llamada “administración Alamán” (bajo el mando de A. Bustamante), los ingresos fiscales comienzan a crecer como resultado —presumible— de la recuperación económica posbélica en general y de la rehabilitación de impuestos al comercio (y quizá también como reflejo de un proceso inflacionario, potenciado por la acuñación cuprosa).

Estos impuestos debían implementarse procurando no confrontar el ideario liberal de la independencia; así, debían gravar principalmente el comercio exterior (importaciones) alegando proveer protección a los productores nacionales. Con los ingresos generados por las aduanas, el gobierno de Bustamante preveía la creación de un banco para financiar la producción doméstica; la “administración Alamán” tenía intereses en promover la industria y, con tal objetivo, creó el Banco de Avío (1830-1842), auténtica primera banca de fomento.

El Banco de Avío fue erigido con la intención de promover el desarrollo industrial nacional. Estevan de Antuñano fue uno de los principales promotores del sector manufacturero, fundando la fábrica textil de hilados y tejidos “La Constancia mexicana”.

Estadísticas sobre los créditos del banco pueden encontrarse en el archivo de hoja de cálculo Préstamos otorgados por el Banco de Avío 1830-1840.

CUADRO 41. Préstamos otorgados por el banco de Avío, 1830-1840
Grupo Año Persona o compañía a la que se otorga el préstamo Tipo de negocio al que se debía aplicar el préstamo Ubicación del negocio en cuestión Importe aprobado Importe entregado
﴾1﴿ 1831 E. de Antuñano y Cía. Textiles de algodón Puebla 176,000 146,000
1832 Cía. Industrial de México Textiles de algodón Tlalpan 131,000 91,000
1831 Cía. Zacualpan de Amilpas Fundición de hierro Cuautla 68,000 68,000
1837 Lucas Alamán Textiles de algodón 120,000 60,000
1838 Welsh y Cía. Textiles de algodón 56,000 56,000
1835 Ramón Pardo Tejidos de algodón 50,000 50,000
1835 Victoriano Roa Textiles de algodón 50,000 50,000
1835 Santiago Aldazoro Textiles de algodón 40,000 40,000
1838 Saracho, Mier y Cía. Fundición de hierro 40,000 40,000
1832 Cía. Industrial de Querétaro Textiles de lana Querétaro 30,000 30,000
1830 D. Lazo de la Vega Sericultura Celaya 24,590 24,590
1835 Luis Ruiz Despepitador y aserradero 30,000 20,808
1835 J.R. Pacheco Fábrica de papel 20,000 20,000
1835 Antonio Prieto Cultivos de lino y seda 15,000 15,000
1835 J.R. Pacheco Taller de blanquear cera 10,000 10,000
1832 Cía. Industrial de Celaya Textiles de algodón Celaya 15,000 10,000
1832 Francisco Puig Textiles de lana Puebla 10,000 10,000
1840 J.I. Guerrero Textiles de algodón 6,000 6,000
1831 Pascual Sánchez Apicultura Cuernavaca 5,000 5,000
1839 Cía. Vidriera de Puebla Fábrica de vidrio Puebla 10,000 4,167
1840 J.J. Díaz Sericultura 4,000 4,000
1831 Cía. Industrial de Tlanepantla Abejas, lino, moreras Tlanepantla 3,330 3,330
1830 Vicente Casarín Aserradero Ciudad de México 3,000 3,000
1836 Gral. M. Arista Implementos agrícolas 2,000 2,000
1831 Vicente Casarín Ornamentos para edificios Ciudad de México 1,500 1,500
1835 Carlos Sodi Despepitador 32,000 1,200
1840 J. Font Textiles de lana 1,000 1,000
1831 Agustín Vallarta Apicultura Xochimilco 3,000 600
1840 J.F. Samudio Fundición de hierro 500 500
﴾2﴿ 1835 Gral. Guadalupe Victoria Agricultura 100,000 0
1835 Juan Icaza Aserradero 50,000 0
1835 Luis Bracho Aserradero 40,000 0
1835 Hospicio Puebla Fábrica de papel 40,000 0
1835 Lucas Alamán Fábrica de papel 20,000 0
1836 George Ainslee Taller de tejidos (mecanización) 20,000 0
1836 José Fauré Fábrica de tejidos 20,000 0
1835 Gral. J. Tornel y M. Escandón Fábrica de papel 20,000 0
1836 Gral. M. Barrera Textiles de lana 16,000 0
1835 Lucas Alamán Textil de algodón 12,000 0
1835 Mariano Domínguez Tejidos de algodón 8,000 0
﴾3﴿ 1835 Cía. de Tlalpan Textil de algodón 40,000 ?
1835 M. Miranda y A. Padilla Textil de algodón 25,000 ?
1836 Agustín Montiel Fábrica de vidrio 10,000 ?
1835 Ignacio Leal Tejidos de algodón 8,000
FUENTES: Potash. 1986, pp. 100, 15, 133, 138, 167, 176-177. La última columna comprende tanto las entregas en efectivo como los documentos descontados. Los préstamos están clasificados en tres grupos: 1) préstamos otorgados y al menos parcialmente entregados; 2) préstamos otorgados pero nunca entregados; 3) préstamos otorgados de los que Potash no dice si fueron o no entregados. En cada grupo los préstamos están ordenados de mayor a menos. Algunos de los préstamos fueron entregados en varias remesas, incluso en diferentes años, pero los datos de Potash al respecto no son completos.
Fuente: Ibarra Bellon, Araceli “El Comercio y el poder en México, 1821-1864”, Fondo de Cultura Económica/ Universidad de Guadalajara, México, p. 210-211
4 moneda cobre. 1 Cuarto de Real 1829

Para mediados de la década de los treinta el exceso de moneda de cobre se había vuelto intolerable; su circulación representaba una deuda pública excesivamente costosa (en virtud de la proliferada falsificación) y generaba presiones inflacionarias. Para sanear las relaciones entre finanzas públicas y política monetaria era necesario retirar las monedas de cobre de las manos del público. Inicialmente, con esta intención surgió el Banco Nacional de Amortización de la Moneda de Cobre (1835-1842).

En los hechos, este banco no solo no logró cabalmente su cometido oficial, sino que comenzó a extrapolar sus atribuciones para beneficio personal de políticos y agiotistas involucrados en la administración de las rentas del estanco de tabaco y, más generalmente, del dinero público cuya gestión el gobierno había directamente delegado en cuentas del banco o, indirectamente, puesto en manos de sus prestamistas.

Sobre el Banco Nacional de Amortización de la Moneda de Cobre se ofrecen cuatro fuentes originales digitalizadas:

Durante todo este periodo (1824-1864) los créditos habían sido principalmente —con la notable excepción del Banco de Avío— otorgados por particulares. Estos préstamos fueron hechos al estado (por los agiotistas) pero también a agentes productivos privados e, inclusive, a familias relativamente acomodadas que, en su red social, podían posicionarse como sujetos de crédito para el consumo. En general, ante pobres expectativas de estabilidad (agravados durante la guerra con Estados Unidos), los circuitos del dinero se circunscribían a los de las redes de comerciantes y políticos, en un contexto informal de tratos francamente personales o casi personales.

Familias poderosas como la Escandón o Martínez del Río fueron protagonistas de este periodo de la historia financiera de México. También importante fueron las firmas familiares, como la Bermejillo y Compañía, estudiada por Tayra González Orea en Métodos de financiamiento agrícola en México: el caso de la firma bancaria Bermejillo y Compañía, 1848-1860 (ponencia basada en su tesis Redes empresariales y familiares en México: el caso de la familia Bermejillo, 1850-1911, México, 2008).

En México, la creación del primer banco privado de características modernas está relacionada con las expectativas positivas aparejadas por la proclamación del Segundo Imperio y el contexto internacional de expansión económica de la llamada primera globalización. En 1864 surge el Banco de Londres, México y Sudamérica con capitales mayoritariamente ingleses (resultado de las modificaciones legales británicas respecto a los bancos de ultramar) y operando como un banco inglés: priorizando el financiamiento del comercio exterior, el comercio comercial y los créditos de corto plazo (por sobre el financiamiento del gobierno o empréstitos para inversión).

Es muy destacado el hecho de que el banco comenzara a imprimir sus propios billetes, cosa que, ante la ausencia de una legislación al respecto, lo llevó a operar al seno de una experiencia de banca libre (free banking) realmente sui generis. En perspectiva histórica, esta introducción del papel moneda quizá sea el mayor legado del banco.

En cuanto a sus aportaciones financieras, el Banco de Londres dedicó buena parte de sus recursos de giro a la comercialización de la plata; sus inversionistas se apoyaron en el extenso tejido de contactos mercantiles, mineros y políticos que había sido la base de la otrora poderosa firma de Manning y Mackintosh de la ciudad de México.  Siendo corresponsal de la banca Baring de Londres, esta empresa había ejercido un papel importante en la introducción de azogue al país y, a su vez, en la exportación de plata.

Pero fuera de las redes nacionales del contexto minero, el Banco de Londres, México y Sudamérica realmente circunscribía sus operaciones al marco territorial de la Ciudad de México. De hecho, sus billetes no circulaban más allá de la capital y, una vez restaurada la república y repudiadas las deudas del imperio (notablemente, las contraídas con Inglaterra), fueron oficialmente marginados —en tanto no se usaban para pagar a la burocracia ni se aceptaban para pagar impuestos (pese a que la restauración republicana adoptara en los billetes la omnipresente imagen de Juárez).

El primer sistema bancario nacional (del albor al ocaso)

Durante los primeros años de operación del Banco de Londres, México y Sudamérica (BLM&SA) en el país, imperó un entorno político y social ominoso que poco abonaba a la prosperidad de los negocios. Algunos años después, una vez consumada la restauración republicana, se sentaron las bases de una relativa estabilidad política de forma que el sector bancario comenzó a florecer.

El monopolio del BLM&SA terminaría en 1881, puesto que en ese año las negociaciones entre banqueros foráneos (representados por Edouard Noetzlin) y los representantes del régimen propiciaron el establecimiento el Banco Nacional Mexicano, con el concurso del Banco Franco­Égyptienne, la Société Générale, ambas instituciones de origen parisino, así como un heterogéneo grupo de inversionistas provenientes de los principales centros financieros de Europa.

Posteriormente, se erigieron el Banco Mercantil Mexicano (1882) y el Banco de Empleados (1883), ambos con la potestad de emisión de circulante a nivel nacional. En este periodo ocurren otros acontecimientos relevantes: como la erección del primer banco especializado en crédito a largo plazo (instaurado antes de la regulación de 1884), el Banco Hipotecario Nacional (1883), y la concesión de emisión de circulante al Monte de Piedad.

En Chihuahua, el congreso local otorgó concesiones para múltiples bancos de emisión en las décadas de 1870 y 1880, siendo el Banco de Santa Eulalia el primer banco local tanto en el estado como a nivel nacional, no obstante esta concesión únicamente avalaba sus operaciones en la demarcación del mismo estado.

Emisión del Banco Mercantil Mexicano

Emisión del Banco Oriental de México

Emisión del Banco de Santa Eulalia

En la primavera de 1884, con la venia del régimen porfirista, el Banco Mercantil Mexicano y el Banco Nacional Mexicano se fusionan dando origen al Banco Nacional de México, siendo desde su alumbramiento el banco de la Tesorería general. La primera fase en la conformación del sistema bancario mexicano fue operada bajo el amparo del Código de Comercio de 1854, por lo que la regulación fue prácticamente inexistente. En este tenor se emite el Código de Comercio de 1884, donde se sientan las bases de la regulación bancaria. La nueva legislación buscaba poner en orden las prácticas del sector bancario, estipulando el porcentaje de reservas en metálico, así como la transparencia en materia de información financiera. Por otra parte, asignaba al estado un papel rector en la conformación de la estructura de la banca, esto desataría una controversia estridente, puesto que el Código de 1884 pondría en jaque al BLM&SA y, por otra parte, beneficiaría al Banco Nacional de México.

Las condiciones establecidas en la concesión otorgada al Banco Nacional de México, aunado a las atribuciones que la nueva legislación le otorgaba al Estado, implicaban en la práctica el monopolio de emisión a Banamex. Además el código estipulaba que los bancos debían de contar con un domicilio legal en el país, esto ponía en vilo la situación del BLM&SA, tanto por las objeciones a su naturaleza jurídica como a las prebendas otorgadas a su principal competidor.

La solución a la controversía desatada se ejerció por dos vías, en primer lugar El BLM&SA adquirió el Banco de Empleados, una institución con un capital reducido y con una concesión vigente para opera y emitir billetes. De esta forma, el Banco pudo seguir operando y, a su vez, dejó de ser una sucursal del Banco Londinense. Una segunda vía fueron las negociaciones que sostuvieron los directores europeos de ambas instituciones.

Banco Nacional de México
Banco de Londres y México

El notable crecimiento del sector bancario bajo la égida del regimen porfirista fue notable. En el periodo se fundaron múltiples bancos de emisión, bancos hipotecarios y bancos refaccionarios, así como instituciones de crédito que no requerían de concesión para efectuar sus operaciones. En los últimos años del porfiriato existían 35 bancos con concesión federal que, con su entramada red de corresponsales y sucrusales ahondaron la cobertura territorial del sistema financiero mexicano y financiaron diversos sectores de la economía.

A pesar de que el Código de Comercio de 1884 modificó la estructura bancaria y dotó al Estado de herramientas regulatorias, éste sería reemplazado en 1889. El nuevo código únicamente contendría un artículo relativo a la regulación bancaria, en el cual se establecía que las instituciones de crédito serían regidas por una ley especial, dicha ley fue promulgada hasta 1897.

Bancos con concesión vigente (1909)

Nombre de la institución Año de constitución Capital
Banco Nacional de México 1881 $32,000,000
BLM&SA 1864 $21,500,000
Banco Minero de Chihuahua 1897 $5,000,000
Banco de Durango 1891 $2,000,000
Banco de Zacatecas 1891 $1,000,000
Banco de Nuevo León 1892 $2,000,000
Banco del Estado de México 1897 $3,000,000
Banco de Coahuila 1897 $1,600,000
Banco de San Luis Potosi 1897 $1,100,000
Banco de Sonora 1898 $1,500,000
Banco Occidental de México 1898 $1,500,000
Banco Mercantil de Veracruz 1898 $3,000,000
Banco de Jalisco 1898 $6,000,000
Banco Mercantil de Monterrey 1899 $2,500,000
Banco Oriental de México 1900 $8,000,000
Banco de Guanajuato 1900 $3,000,000
Banco de Tabasco 1901 $1,000,000
Banco de Hidalgo 1902 $1,000,000
Banco de Tamaulipas 1902 $2,500,000
Banco de Aguascalientes 1902 $600,000
Banco de Morelos 1903 $1,000,000
Banco de Querétaro 1093 $1,000,000
Banco de Guerrero 1906 $500,000
Banco Penínsular de México 1890 $16,500,000
Banco Central Mexicano 1898 $30,000,000
Banco Mexicano de Comercio e Industria 1906 $10,000,000
Banco Refaccionario de Michoacán 1903 $600,000
Banco Refaccionario Comercial 1902 $200,000
Banco de Campeche 1903 $1,000,000
Banco de la Laguna, Refaccionario 1908 $600,000
Banco Hipotecario Internacional de México 1882 $5,000,000
Banco Hipotecario de Crédito Territorial 1900 $5,000,000

Fuente: Gómez-Galvarriato, Aurora; La Transformación del Sistema Bancario del Porfiriato a 1925, Coloquio El Banco Nacional de México en la Vida Económica de México 1884-2014. El Colegio de México. Dicembre 10, 2014.

El ocaso del primer sistema bancario

El movimiento revolucionario asestó sendos golpes al sistema bancario, el cual había sido debilitado previamente por las problemáticas económicas acaecidas hacia el final del porfiriato, por lo que algunos bancos cerraron. A pesar de esto, la mayoría se mantuvo en pie y , durante el gobierno de Francisco I. Madero la relación entre la banca y el gobierno no mutó drásticamente, prueba de ello es que Banamex siguió fungiendo como el banco del estado, como lo había sido durante el Porfiriato.

 

En febrero de 1913 estalló el cuartelazo que acabó con el gobierno y la vida de Francisco I Madero, presidente constitucional de México, y permitió el ascenso al poder de Victoriano Huerta. Ese acontecimiento marco el comienzo del desmoronamiento del sistema bancario porfirista, entonces integrado por 24 bancos de emisión, cinco refaccionarios y tres hipotecarios. Todos habían sufrido del algún modo el impacto en la economía provocado por revolución maderista, que comenzó en 1910 y culminó con la llegada de Madero a la presidencia en noviembre de 1912. Por razones que se desconocen, el banco más afectado fue el  Banco Central Mexicano, el tercero por el tamaño de su capital, que en diciembre de ese año estuvo al borde de la quiebra. En 1913 se produjo una crisis de balanza de pagos y bancaria que comenzó con la huida de capitales tras el cuartelazo y culminó a finales de ese año con un pánico bancario que hizo inevitable el establecimiento del curso forzoso. De nuevo, el banco más afectado fue el  ya debilitado Central Mexicano, que se declaró en suspensión de pagos, con efectos sistémicos por el lugar que tenía en el sistema.

La guerra continuó con gran intensidad en 1914 y en 1915. Se acompañó por una hiperinflación provocada por la enorme cantidad de emisiones de papel moneda revolucionario. En 1914 se produjo el  triunfo de los revolucionarios sobre Huerta, pero en 1915 los ejércitos revolucionarios regresaron a los campos de batalla para enfrentarse entre sí. El triunfo correspondió a los constitucionalistas, encabezados por Venustiano Carranza, permitiendo que retomara el control del poder ejecutivo. El nuevo gobierno impuso el papel moneda revolucionario como medio legal de pago en todo el país. Los bancos dejaron de emitir billetes. En 1916 la inflación continuó tras la tentativa del gobierno de poner en circulación una nueva emisión de billetes “infalsificables”, con la cual pensaba retirar todo el papel moneda revolucionario en circulación. El experimento fracasó, obligando al gobierno a regresar al patrón monetario metálico. A finales de 1916, cuando todo había acabado para el papel moneda, Carranza sentó a los bancos de emisión en el banquillo sobre todo por haber otorgado préstamos al usurpador. Les impuso un Conejo de Incautación y los obligó a operar con las puertas cerradas al público. En esa circunstancia permanecieron del 15 de diciembre de 1916 al 31 de enero de 1921. Los bancos incautados sufrieron, además, la imposición de una serie de préstamos al gobierno que acabaron con sus reservas metálicas. En febrero de 1917 se aprobó la nueva Constitución, con una reforma al artículo 28, que establece la creación de un banco único de emisión, controlado por el gobierno, que sustituiría en esa función a los bancos privados. En los años siguientes se presentaron en el Congreso un número importante de proyectos para crear el banco único de emisión, algunos enviados por Carranza y por Obregón, sin que ninguno de ellos lograra la aprobación de los  legisladores.

Durante la revolución mexicana, diversas facciones emitieron papel moneda que circulaba en los territorios ocupados. En general se denominó a éstas emisiones sin respaldo “Bilimbique”

Durante la revolución mexicana, diversas facciones emitieron papel moneda que circulaba en los territorios ocupados. En general se denominó a éstas emisiones sin respaldo “Bilimbique”

Durante la revolución mexicana, diversas facciones emitieron papel moneda que circulaba en los territorios ocupados. En general se denominó a éstas emisiones sin respaldo “Bilimbique”

Cuando Obregón devolvió  los bancos a sus dueños, de los 24 bancos de emisión solo 5 pudieron reabrir sus puertas al público. Al deterioro de sus carteras de crédito se agregaba la deuda a cargo del gobierno, tanto de los préstamos otorgados a Huerta como los que les  impuso Carranza. El gobierno de Obregón reconoció la problemática de los bancos desde el decreto del 31 de enero de 1921 con el cual puso fin a la incautación. En 1924 organizó una Convención Bancaria para tratar esos asuntos y para preparar una reforma a la ley bancaria, que se publicó al final de ese año.  Con los bancos firmó convenios en los que reconocía una parte de los adeudos y se obligaba a pagarlos en los años siguientes. En los hechos ningún banco recuperó la totalidad de la deuda a cargo del gobierno. Para la mayoría, esa circunstancia resultó letal. La Comisión Nacional Bancaria publicó en 1928 la lista de los bancos en liquidación. Ahí se encontraban 18 de los 24 bancos emisión, dos los cinco bancos refaccionarios (entre ellos el Central Mexicano) y uno de los bancos hipotecarios. Los ocho bancos de emisión que permanecieron con vida fueron: el Nacional de México, de Londres y México, Sonora, Tamaulipas, Nuevo León, Estado de México, Mercantil de Monterrey y Occidental de México.

En agosto de 1925 se fundó el Banco de México, con el monopolio de emisión de billetes aprobado en la Constitución de 1917. De ese modo se cumplió con el proyecto más importante de la reforma bancaria constitucionalista, anunciado por Carranza el 23 de septiembre de 1913 en el Cabildo de Hermosillo, cuando dijo que al triunfo de la revolución, se establecerá un banco único de emisión, con el mandato de orientar el crédito bancario en función de los intereses de la Nación. En poco tiempo, el Banco de México se convirtió en un banco central moderno, con todas las funciones inherentes a esa condición.

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